Los nervios comenzaron el día anterior, cuando me acerque a
recoger el dorsal y me di una vuelta de reconocimiento por el terreno, ya
estaba casi todo montado, la zona de transición, el pantalan desde el cual nos
tiraríamos al agua, y ¡que agua! Me acerque a meter la mano en el agua para ver
si el día de la competición moriría de frío, cuando la metí durante un segundo me tranquilizó al saber
que el agua no estaba tan fría como esperaba, pero mi pompa de felicidad
explotó cuando un ejército de pequeños peces se acercaron a morderme los dedos,
tal vez pensaran que eran unos colines. ¡Yo no quiero meterme en ese aguaaa! Si
sobrevives a no atragantarte con las hojas mientras nadas, o a ser devorada por
los padres de los pequeños peces que me mordieron los dedos, seguro que no
sobrevivías a las mutaciones que te produciría la contaminación del agua. Mejor
no pensarlo más y seguir viendo el recorrido. Para mi alivio no era la única
tiquismiquis que se acerco a inspeccionar el agua, allí estábamos todos
metiendo la mano y poniendo una cara entre asco, miedo y un poco de esperanza
porque esa noche mágicamente el agua se tornara cristalina y limpia para el día
de la competición.
Tres deportes dan para escribir hojas y hojas de crónica,
pero intentaré ser breve. Preparé la mochila con todo lo necesario para nadar,
montar en bici y correr. Al mismo tiempo que lo preparaba, visualizaba las
transiciones, “necesito para la primera prueba, el mono, las gafas, el gorro,
la cinta para enganchar el chip en el tobillo izquierdo, nado, siguiente
transición, zapatillas de correr, no olvides quitarte el gorro antes de ponerte
el casco, ponte el dorsal, los calcetines, las zapatillas……” Mil veces repasé
mentalmente las transiciones y mil formas distintas de realizarlas se me
ocurrieron.
Quise llegar con tiempo y allí estábamos todos 3 horas antes
de que todo empezara. Recuerdo que el día que me dieron el dorsal me dieron
también un sobre con un montón de pegatinas que conseguí colocar, no se si de
forma correcta, en la bici y el casco. A la 13.30 abrían las áreas de
transición para dejar la bici, las zapatillas, los calcetines, el casco, el
dorsal, una pequeña toalla para secarte, pero el tiempo pasaba y la puerta no
se abría, aun tenía que comer, cambiarme y calentar, pero la puerta no se abría
los nervios se palpaban bajo el sol abrasador. Por fin a las 14 abrieron la
puerta, tenía 30 min para prepara todo y calentar. Durante la espera escuchaba a las
profesionales como lo iban a dejar ellas preparado. En la caja dejo zapatillas,
calcetines dentro de zapatillas, casco abierto boca arriba encima de
zapatillas,…..” – que organización, y yo que en lo único que había pensado
había sido en dejar los calcetines dentro de las zapatillas… Cuando estoy a punto de dejar la zona de transición
me doy cuenta de que no había dejado en la caja lo más importante… El dorsal!!
Escucho una voz que dice, vamos a abrir el lago para que
podáis calentar, falta 30 minutos para la salida. Como una autómata me quité
las zapatillas y se las di a alguien, por suerte era alguien conocido. Baje al
pantalan, una plataforma flotante que se movía con las olas del lago. Me acerco
al borde y me tiro al agua, empiezo a nadar, comienzo a notar cosas que me
tocan decido salir del agua. ¿¿Ya han pasado 30 minutos??
Estoy en la primera tanda, de pie, en el borde, aun sin
saber cómo me voy a tiara al agua, de pie, de cabeza, sentada…. No hay tiempo
para pensar, suena la bocina que marca la salida, decido que lo más razonable
será tirarme de pie, pero mi cuerpo decide que lo mejor será de cabeza. Ya
estoy en el agua esto es el ¡sálvese quien pueda!, la ley del más fuerte,
codazos, ahogamientos, golpes, arañazos, yo pensé que el agua iba a ser la
prueba más tranquila. Me voy hacia el exterior del grupo donde puedo nadar más
tranquila pero donde hay más riesgo de ser mordida por un pez o cocodrilo.
Comienzo a adelantar posiciones y cuanto más adelante más tranquilidad, menos
codazos. Primera bolla, segunda bolla, ya estoy en la salida, ya estoy fuera del agua. No tengo sensación
de cansancio, será la adrenalina liberada en la batalla.
Primera transición, ¡¡voy corriendo!! Ni yo misma me creo
que esté corriendo en las transiciones, donde está mi puesto… cual era mi
número de dorsal… donde esta mi bici?? Por suerte la chuleta del número de mi
dorsal que me había apuntado con boli aun seguía visible. Voy corriendo, aun
hay muchas bicis, se me debe haber dado bien la natación. Me siento en el suelo,
casco, calcetines, zapatillas, bici, no montarse hasta el banderín. Esto
requiere muchísima concentración. Monto en la bici, comienza la cuesta… una
cuesta de 2 km y un montón de sube y bajas durante todo el recorrido. Ya no se
que marcha ponerle a la bici para poder seguir subiendo, pierdo muchos puestos,
para el próximo año tendré que dar más pedales. Bajada ¡por fin! ¡Que no me escoñe, que no me escoñe! Área de
transición alcanzada.
Segunda transición, me bajo de la bici y voy corriendo con
ella en la mano, miro mi chuleta, busco mi puesto intento dejarla colgada, pesa
mucho. Me quito el casco y salgo corriendo, ¿ya esta, transición completada? ¿Tan
rápido?. Ya sólo me quedan 2,5 km de carrera. No me paro y corro, muchas
mujeres ya no corren solo andan. Entro en calor, ya me cuesta menos correr ya
he cogido el ritmo. ¿Qué es eso? ¿La meta ya? Pero si es ahora cuando empezaba
a disfrutarlo, no me lo creo he acabado mi primer triatlón, se me habría caído
una lagrimilla hubiera tenido algo de liquido en el cuerpo. Ahí estaban mis
animadores profesionales que me acompañaron en los últimos metros, y me
animaron durante todo el recorrido. Cruzo la meta, no importa el tiempo, no
importa la posición, importan las sensaciones y el deseo de repetir el año que
viene, pero la próxima vez, un poco más largo.
Muchas Gracias a todos los que estuvisteis animando durante
todo el recorrido y realizando las fotos de la primera vez, en Mi Primer
Triatlon. (Miriam)
Enhorabuena Miriam....eres toda una campeona y toda una Triatleta 8P
ResponderEliminarLo mejor de todo.....tu sonrisa 8D