Han tenido que pasar 36 años para que corriera una carrera
popular en mi barrio. La verdad es que ha sido complicado, ya que no es una
prueba que se promocione en foros deportivos, tampoco en el barrio había mucha
información al respecto. Una Asociación de Vecinos se encarga de ponerla todos
los años en marcha, artesanalmente como las de antaño. 175 corredores, aparcas
a 20 mts de la salida, te puedes apuntar in-situ hasta un minuto antes del pistoletazo,
cronometraje bruto, camiseta técnica, 2 avituallamientos y todo gratis.
Casualidades de la vida, me enteré que existía cuando Susana
me comentó que la iba a correr con unos compañeros de trabajo. No me fue muy difícil convencer a Felipe y
Fer que se unieran al plan y este domingo, hasta la Ciudad de los Ángeles nos
fuimos los cuatro.
Tres vueltas a un circuito de 3,3 km para completar los 10
Km, de asfalto, de recuerdos. Entre los corredores, no reconocí a nadie de mi
infancia. Será porque hace 25 años que me mudé a vivir a Rivas, o porque las
personas olvidamos con el tiempo.
9 de la mañana en la salida, nos despedimos de Susana, no
sin antes meterla presión diciéndola que teníamos prisa y que teníamos que
estar en Rivas antes de las 10:30.
Iniciamos la primera vuelta y empecé el relato de mi infancia,
según íbamos alcanzando los lugares, para mí emblemáticos, les
contaba alguna anécdota o travesura que me había ocurrido en ese sitio. Pronto enfilamos la tapia del cuartel de
Ingenieros, hoy abandonado. Felipe me comentó que fue donde se sorteó para la
mili y le tocó Melilla. Tal vez coincidimos ese día, pero no nos conocíamos y después
de 34 años volvíamos a encontrarnos. Por cierto por aquel entonces la carrera
ya existía.
Un repecho tendido nos llevó a iniciar la segunda vuelta,
íbamos a 4:30 y a mí se me acababan las palabras, la respiración había pasado
de facilitar la charla a ser vital para los músculos. Intentaba retener al grupo,
pues nos quedaban 5 km y no habíamos
parado de adelantar corredores. Felipe
me hacía un poco de caso, pero Fer iba desbocado.
En la tercera vuelta, el único que hablaba era Fer, nos dijo
que podíamos entrar en 45´ si apretábamos. Pero realmente lo que quería era
adelantar a uno de naranja que llevaba delante nuestro un buen rato. Le
adelantaba, se frenaba, le volvía a adelantar y nosotros desde atrás intentando
no entrar al trapo.
Último kilómetro, pasamos al lado de la que fue mi casa
durante mis primeros catorce años. Felipe levantó los brazos señalando el
balcón y gritó. “ Va por ustedes” . El municipal que estaba observándolo, le
miró sorprendido. Era la señal. El corredor de naranja que se había incrustado
en nuestro grupo, no lo entendió. Fer empezó a tirar, le siguió Felipe y yo
como pude hice lo propio. Una cuesta larga nos llevaba a la curva de meta, los
ritmos iban subiendo, nuestro perseguidor se iba alejando. Nos agarramos las
manos los tres y cruzamos la meta en 46’20’’.
Fer acababa de entrar en el grupo de los que pueden hacer
rodajes a 4:30 y poder ir hablando. Felipe había rebajado su MMP en casi un
minuto treinta segundos. Yo me había reencontrado con mi pasado y lo había
compartido.(Gracias amigos)
Fuimos a buscar a Susana para acompañarla en la subida a
meta, venía sonriendo. La llevamos hasta el arco y allí la recibió el público
con aplausos. A las 10:30 estábamos en Rivas.
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